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21 años después de la tragedia que estremeció a Jimaní y al país

Por RTN Digital
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En la madrugada del 24 de mayo de 2004, el municipio de Jimaní, ubicado en la provincia de Independencia, República Dominicana, fue escenario de una de las tragedias naturales más devastadoras de la historia reciente del país.

En la madrugada del 24 de mayo de 2004, el municipio de Jimaní, ubicado en la provincia de Independencia, República Dominicana, fue escenario de una de las tragedias naturales más devastadoras de la historia reciente del país. El desbordamiento del río Soliette, conocido también como río Blanco, arrasó el sector Las 40, provocando la muerte de al menos 400 personas en territorio dominicano, mientras que en Haití se reportaron alrededor de 300 víctimas fatales.

Causas y Desarrollo del Desastre

La tragedia fue desencadenada por tres días consecutivos de intensas lluvias que generaron una acumulación de 148.8 milímetros de agua. El río Soliette, que nace en Haití y desemboca en el Lago Enriquillo, se desbordó debido a la combinación de precipitaciones, deforestación en su cuenca y la falta de infraestructura adecuada para manejar el caudal. La riada penetró rápidamente en el barrio Las 40, sepultando viviendas y arrastrando a sus habitantes.

Impacto en la Comunidad

El barrio Las 40, una comunidad vulnerable construida en una zona de alto riesgo, fue completamente devastado. De las 903 viviendas afectadas, 620 fueron dañadas, 212 quedaron en ruinas y 71 sufrieron daños parciales. La tragedia dejó a cientos de familias sin hogar y causó un profundo dolor en la comunidad.

Respuesta y Solidaridad

Tras el desastre, se activaron esfuerzos de rescate y asistencia humanitaria. El gobierno dominicano, organizaciones internacionales y la sociedad civil se movilizaron para brindar ayuda. Se recaudaron aproximadamente RD$12 millones para labores de socorro, y se enviaron donaciones en efectivo, alimentos, medicinas, ropa y otros suministros.

Memoria y Conmemoración

A pesar del paso del tiempo, la tragedia de Jimaní sigue viva en la memoria colectiva de sus habitantes. Cada 24 de mayo, la comunidad se reúne para rendir homenaje a las víctimas. Se ofician misas, se realizan caminatas hasta el lugar del desastre y se encienden velas en el monumento erigido en honor a los fallecidos. Estas actividades no solo recuerdan a los que se fueron, sino que también sirven como recordatorio de la importancia de la prevención y la planificación urbana en zonas vulnerables.

La tragedia de Jimaní es un testimonio del poder destructivo de la naturaleza y de la vulnerabilidad de las comunidades que habitan en zonas de alto riesgo. Es esencial que, a 21 años de este suceso, se continúen implementando políticas de prevención, educación y planificación urbana que protejan a las comunidades y minimicen los riesgos ante fenómenos naturales. La memoria de las víctimas debe ser un impulso para construir un futuro más seguro y resiliente.

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