Trump recibe a Zelenski en la Casa Blanca

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha expresado su deseo de que la guerra en Ucrania pueda acabar sin tener que enviar a ese país los misiles Tomahawk de largo alcance que solicita Kiev, durante una reunión en la Casa Blanca con el líder de ese país, Volodímir Zelenski.
Se trata de una petición polémica porque emplearlos otorga a Ucrania la opción de alcanzar objetivos más lejanos al golpear en territorio ruso. “Los Tomahawks son algo muy importante. Pero nosotros también queremos Tomahawks. No queremos entregar cosas que necesitamos para proteger nuestro país”, apuntaba Trump en la conversación.
Aunque las palabras de Trump alejan esa opción, el estadounidense no ha querido descartarla por completo y ha adelantado que en su conversación a puerta cerrada abordarán esa posibilidad. El presidente ucranio ha propuesto a su homólogo estadounidense un acuerdo de colaboración para proporcionar a Washington drones ucranios a cambio de los Tomahawk estadounidenses con los que poder atacar objetivos rusos. El estadounidense se ha mostrado abierto a la posibilidad: “Estaría interesado”, ha confirmado, en declaraciones a la prensa antes de su encuentro a puerta cerrada con Zelenski. Pero inmediatamente después ha puntualizado: “Lo que queremos es acabar esta guerra”.
El republicano, que se atribuye el mérito del alto el fuego y el acuerdo de intercambio de rehenes en Gaza, asegura que quiere aprovechar el ímpetu recibido en Oriente Medio para lograr un acuerdo entre Ucrania y Rusia. “Las cosas están progresando bastante bien… queremos ver si podemos conseguirlo”, ha declarado el estadounidense al comienzo de la reunión bilateral en la sala del Gabinete de la Casa Blanca. “Es un momento muy importante”, corroboraba el ucranio.
“Necesitamos dos cosas para la paz. Lo primero, sentarnos a hablar [con Putin]. Y necesitamos un alto el fuego. Ahora vamos a explicarle al presidente Trump lo que necesitamos para presionar a Putin para que se siente a la mesa de negociación”, declaraba Zelenski. “Para Ucrania, esta es una gran oportunidad, y ojalá podamos aprovecharla”.
En un indicio de la buena sintonía que ahora se da entre los dos líderes —una gran diferencia con respecto a su primer encuentro en el Despacho Oval en febrero, cuando Trump abroncó a Zelenski muy públicamente—, el republicano elogió ante la prensa el traje oscuro de su invitado. “Muy elegante, me gusta”, bromeó, tras la incómoda alusión que hizo a la ropa militar que vestía en su primer encuentro en la Casa Blanca, el pasado febrero.
Ninguno de los dos había hecho comentarios a la prensa al saludarse a la llegada de Zelenski al ala Oeste de la residencia presidencial. Tras su encuentro, el ucranio tiene previsto ofrecer una rueda de prensa en la residencia oficial para invitados presidenciales, Blair House.
La reunión se produce después de que Trump haya conversado por teléfono el jueves con el presidente ruso, Vladímir Putin, con el que ha acordado reunirse en Budapest. Será su segundo encuentro cara a cara, después de su cumbre en Anchorage (Alaska) el 15 de agosto. Según el estadounidense tendrá lugar “en un par de semanas”. El Kremlin se ha mostrado mucho más cauto y ha advertido que puede retrasarse más allá de ese plazo, pues aún quedan muchos detalles por resolver.
Trump y Zelenski tenían previsto tratar, entre otras cosas, sobre los deseos de Kiev de recibir misiles de largo alcance Tomahawk, capaces de atacar objetivos lejanos en suelo ruso.
Según Kiev, los Tomahawk pueden ser claves para atacar territorio ruso: con un alcance de hasta 2.500 kilómetros podrían golpear instalaciones de petróleo o fábricas de armamento muy lejos de la frontera. Serían mucho más efectivos que los misiles que lanza hasta ahora, como los británicos Storm Shadow, de 250 kilómetros de recorrido máximo. Y aunque por sí solos no darían un vuelco definitivo a la guerra, sí servirían de señal al Kremlin de que Washington vuelve a estar de modo decidido del lado ucranio.
Trump había apuntado que se lo planteaba en el caso de que Rusia no regresara a la mesa de negociaciones. Pero, tras la conversación con Putin, parecía mostrarse más escéptico sobre esa posibilidad. “Nosotros también necesitamos nuestros Tomahawks, no podemos vaciar nuestras reservas”, declaraba en un acto en el Despacho Oval.
Putin ha advertido que el envío de esos misiles a Ucrania supondría “una nueva fase en la escalada, que afectaría incluso a las relaciones entre Rusia y Estados Unidos”.
Además de los Tomahawk, el inquilino de la Casa Blanca y Zelenski podrían hablar de otros tipos de armamento. El ucranio había propuesto el mes pasado un “megaacuerdo” para que su país recibiera cerca de 90.000 millones de dólares (unos 77.000 millones de euros) en armas estadounidenses. Una delegación de Kiev, encabezada por el asesor presidencial Andrii Yermak, se encuentra en Washington desde comienzos de la semana para reunirse con directivos de algunas de las principales corporaciones de defensa estadounidenses, como Raytheon o Lockheed Martin.
La reunión, en la sala del Gabinete en el ala Oeste, se desarrolla en un clima muy diferente de la primera entre ambos en el segundo mandato de Trump, cuando el presidente y su número dos, J.D. Vance, arremetieron contra el ucranio de modo muy público en el Despacho Oval.
Ese giro de 180 grados en sus posiciones, impensable cuando reprochaba al ucranio “no tener cartas” para imponerse en la guerra, ha tenido varios factores. Entre ellos, la presión europea.
Pero sobre todo, la frustración ante el rechazo de Putin a comprometerse sobre un alto el fuego. Y la decepción sobre la capacidad militar de Rusia. El estadounidense, que hace meses consideraba inevitable la victoria de Rusia en el conflicto debido a su tamaño, población y recursos mucho mayores, ha visto cómo fracasaba la ofensiva de verano de las fuerzas invasoras. También ha criticado los graves problemas económicos de Moscú.
Pero incluso frustrado por Putin, Trump ha evitado en todo momento imponer las sanciones contra Rusia con las que ha amenazado en diversas ocasiones. Su Administración ha impuesto aranceles secundarios del 25% contra India como castigo a su compra de energía rusa, pero no ha querido aplicarlos contra China, el principal cliente y gran socio de Moscú.
En sus declaraciones tras su conversación con el ruso, Trump no especificó si se plantea volver a amenazar al Kremlin con medidas de castigo si no se sienta a las mesas de negociaciones.