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Reportaje: Aceras en Santo Domingo: Caminos tomados y espacios perdidos

Por RTN Digital
- 4 min de lectura
En la capital dominicana, caminar por las aceras es, cada vez más, una aventura de obstáculos. Lo que debería ser un espacio seguro y libre para los peatones, se ha transformado en una mezcla caótica de negocios improvisados, vehículos estacionados, escombros y construcciones ilegales. Las aceras, concebidas para garantizar la movilidad peatonal, han sido sistemáticamente tomadas por usos ajenos a su propósito, en una muestra del creciente irrespeto por el espacio público.

En la capital dominicana, caminar por las aceras es, cada vez más, una aventura de obstáculos. Lo que debería ser un espacio seguro y libre para los peatones, se ha transformado en una mezcla caótica de negocios improvisados, vehículos estacionados, escombros y construcciones ilegales. Las aceras, concebidas para garantizar la movilidad peatonal, han sido sistemáticamente tomadas por usos ajenos a su propósito, en una muestra del creciente irrespeto por el espacio público.

Aceras ocupadas: el nuevo paisaje urbano

Basta con recorrer sectores como Villa Juana, Cristo Rey, la Zona Universitaria o incluso partes del ensanche Naco, para notar que las aceras se han convertido en extensiones de colmados, talleres, parqueos y hasta viviendas. En algunos tramos, sencillamente desaparecen bajo construcciones ilegales o están tan deterioradas que transitar por ellas es casi imposible, obligando a los peatones a lanzarse a las calles, con el riesgo que eso implica.

“El problema es que aquí nadie piensa en el peatón. Todo está diseñado para el carro o para el que tiene negocio”, comenta Ana Vargas, residente en el sector de Gazcue.

Negocios y vehículos: los principales invasores

Los colmados han convertido las aceras en salas al aire libre, con sillas plásticas, neveras y mesas ocupando espacios enteros. Los talleres de mecánica, formales e informales, usan las aceras como áreas de trabajo. Y los conductores, ante la falta de parqueos o la comodidad, estacionan sobre ellas con impunidad.

“La acera es para el cliente, para que se siente a beber”, afirma sin remordimientos uno de los propietarios de un colmadón en la Zona Oriental. “Si no lo hago yo, lo hace otro”.

Falta de fiscalización y permisividad estatal

Este fenómeno no es nuevo, pero se ha agravado ante la falta de fiscalización y una permisividad que parece institucionalizada. Las autoridades municipales, pese a tener competencias claras en la protección del espacio público, rara vez actúan con firmeza.

“Lo que hay es un abandono completo del espacio público por parte del Estado”, denuncia el urbanista Leopoldo Gómez. “Las aceras son el primer nivel de infraestructura urbana, pero aquí no existe un modelo de ciudad que las valore. Se prioriza la movilidad vehicular sobre la vida peatonal”.

Los más afectados: ancianos, personas con discapacidad y niños

La toma de las aceras y la ausencia de accesibilidad afectan especialmente a las personas con movilidad reducida, a los adultos mayores y a los niños. Las rampas son inexistentes o están bloqueadas, los bordillos son altos, y la señalización peatonal brilla por su ausencia.

“La ciudad no es inclusiva”, afirma Rosa de la Cruz, activista por los derechos de personas con discapacidad. “Nos toca arriesgar la vida cada vez que salimos a la calle”.

¿Soluciones posibles?

Algunos municipios, como el Distrito Nacional bajo administraciones anteriores, han intentado recuperar espacios peatonales con proyectos como “Ciudad Colonial Peatonal” y programas de remozamiento. Sin embargo, la continuidad de estas iniciativas ha sido limitada, y los operativos de “desalojo” son esporádicos y muchas veces simbólicos.

Expertos urbanistas coinciden en que se requiere una política pública coherente y sostenida para rescatar las aceras: normas claras, campañas de concientización, inversión en infraestructura y, sobre todo, voluntad política para recuperar el espacio público como un derecho colectivo.

Santo Domingo necesita urgentemente reenfocar su modelo de desarrollo urbano. Las aceras no son un lujo ni un capricho: son el punto de encuentro de la ciudad con su gente. Y cuando estas se pierden, lo que se pierde no es solo el derecho a caminar, sino el derecho a habitar dignamente el espacio común.

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